El Salón de Ginebra es un evento asombroso, no por su tamaño sino por su planteamiento. Están todas las marcas relevantes del planeta automotriz y los stands de preparadores e industria secundaria compiten con los de las más respetadas enseñas en espectacularidad, pero lo que más me llama la atención en una primera visita es la preocupación por la ecología y la primacía de la eficiencia de consumo y emisiones que se respira por doquier.
Todas las marcas, grandes o pequeñas, muestran una ansiedad palpable por minimizar el gasto de combustible y la contaminación al más bajo de los registros, y en ese punto Opel parece ir un paso por delante, pues su Ampera es el primer coche eléctrico que, ayudado por un pequeño motor de combustión a modo de generador asegura un uso realista en todo tipo de condiciones.

