
España acelera en la instalación de infraestructuras de recarga para vehículos eléctricos, pero lo hace aún por detrás del ritmo que marcará el mercado en los próximos dos años. Con casi 50.000 puntos públicos ya operativos, el país avanza en potencia y cobertura, aunque las previsiones de ventas de eléctricos para 2025 y 2026 obligan a un despliegue mucho más ambicioso si no quiere quedarse rezagado en la carrera europea hacia la movilidad cero emisiones.
La movilidad eléctrica en España avanza, pero lo hace con un ritmo que todavía despierta tantas expectativas como interrogantes. A fecha 1 de diciembre de 2025, la red pública de puntos de recarga alcanza 49.771 unidades operativas, según los datos de Aedive, la patronal del sector. Es una cifra que, sobre el papel, supone un crecimiento del 9,67% respecto al cierre de 2024 y confirma que la instalación de cargadores ya forma parte del paisaje energético nacional.
Pero el verdadero debate está en si ese incremento será suficiente para absorber la avalancha de coches eléctricos prevista para 2025 y 2026. La demanda crece, empuja y se transforma, y en esa tensión constante entre oferta y necesidad se juega buena parte del éxito —o la frustración— de la transición eléctrica del país.
La alta potencia toma el mando
El informe de Aedive deja claro qué tipo de infraestructura está tirando del carro: la recarga de alta potencia. Los puntos de entre 50 y 250 kW se han disparado un 99,56%, un salto prácticamente multiplicado por dos que refleja qué tipo de movilidad eléctrica empieza a consolidarse: la de viajes interurbanos, usuarios que demandan rapidez y operadores que buscan competir en prestaciones con la gasolina y el diésel.
Por su parte, los puntos de más de 250 kW, aquellos capaces de devolver hasta el 80% de la batería en apenas unos minutos, han crecido un 54,10%. También las infraestructuras de carga rápida —entre 22 y 50 kW— muestran un avance notable, del 16,48%.
España, con estos datos, comienza a dibujar un mapa donde las autovías y carreteras principales dejan de ser un territorio incierto para quienes conducen un eléctrico. Es uno de los pilares que el sector consideraba imprescindible para que el coche eléctrico saliera del ámbito urbano y se convirtiera en una alternativa realista para todo tipo de desplazamientos.

Cataluña, Madrid y Andalucía, el triángulo de la recarga
Cataluña, Madrid y Andalucía mantienen su liderazgo en volumen de cargadores públicos. Entre las tres concentran casi el 49% del total, una fotografía que vuelve a poner sobre la mesa las diferencias territoriales en el despliegue de la infraestructura. No es casualidad: son las tres regiones con mayor parque automovilístico, mayor densidad de población y más operadores activos.
Sin embargo, el desafío no está únicamente en las grandes comunidades. Aedive viene alertando desde hace meses de la necesidad de reducir las “islas eléctricas”, esas zonas donde la presencia de puntos de recarga sigue siendo escasa, lo que limita la adopción del vehículo eléctrico y, sobre todo, condiciona la movilidad entre provincias.
¿Dónde deberíamos estar en 2025 y 2026? La pregunta incómoda
La cifra de 49.771 cargadores es relevante, pero el contexto es determinante. En 2025 y 2026 se espera que las ventas de vehículos eléctricos —impulsadas por la entrada en vigor de objetivos europeos más exigentes y por la ampliación de oferta en marcas generalistas— superen por primera vez los 200.000 eléctricos nuevos en un solo año.
No es una previsión optimista; es la tendencia que marca el mercado europeo y que España está obligada a seguir si no quiere situarse al margen del continente. Países como Francia, Alemania o Países Bajos ya manejan densidades de infraestructura muy superiores, no solo en puntos totales, sino en potencia instalada por vehículo.
Si España quiere mantener un ratio adecuado —en torno a un punto de recarga público por cada 8-10 vehículos eléctricos, recomendado por la UE— debería cerrar 2026 con entre 80.000 y 100.000 puntos de carga públicos, una cifra que hoy queda lejos. Para alcanzarla, sería necesario prácticamente doblar el ritmo de despliegue del último año.
La alta potencia, que es donde de verdad se juega la competitividad de la movilidad eléctrica, también necesitaría multiplicarse por dos en los próximos 18 meses para evitar cuellos de botella en vacaciones, festivos y grandes corredores interurbanos.
Una industria que pisa el acelerador
A pesar de las dudas, la industria mantiene un tono optimista. El director de Aedive, Arturo Pérez de Lucia, subraya la “apuesta firme y sostenida” de los operadores, que —asegura— están acelerando el despliegue por toda la Península. Y es cierto: los grandes actores del sector han multiplicado inversiones, alianzas y proyectos en los últimos meses.
Pero los operadores no pueden hacerlo solos. En el propio sector reconocen que la infraestructura ya no depende únicamente de la inversión privada, sino de la agilidad administrativa, la simplificación de permisos y la ampliación de los incentivos públicos. La ecuación es clara: más cargadores, más rápidos y con menos trabas.
España avanza, pero el reloj corre más rápido que las obras
Con las cifras actuales, España demuestra que la infraestructura pública de recarga avanza, se expande y se profesionaliza. Pero la transición eléctrica europea avanza todavía más rápido. Si el país quiere estar a la altura del parque eléctrico que llegará en 2025 y 2026, deberá acelerar como nunca.
Porque, como en toda carrera, no basta con mantenerse en movimiento: hay que hacerlo al ritmo adecuado. Y ese ritmo, hoy, lo marcan los países más electrificados de Europa, que están ya en otra velocidad.
Acciones como la que acaba de firmar con Ford España con Thunder, a imagen y semejanza de los acuerdos que ya tenía el operador con KIA, son necesarios y casi obligatorios para impulsar esta realidad, ofreciendo precios bonificados en su red y una experiencia de carga orientada a ofrecer soluciones integrales a la movilidad eléctrica como potencia, plazas de carga amplias para vehículos eléctricos, medios de pago, y una buena cobertura de red.

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