
¿Cómo se explica que un vehículo que lleva fabricándose más de 60 años con su esencia intacta sea todavía una referencia a la hora de afrontar cualquier ruta fuera de la carretera? El Defender es mecánica en estado puro con prácticamente ausencia de competencia en el mercado. Un 4X4 “blindado” ante las adversidades del que hoy en día se venden 25.000 unidades al año y del que siguen circulando más del 60% de todas las unidades producidas, no hay mejor carta de garantía está claro. Yo tengo un Serie II de 1979 y os aseguro que enfrentarlo a su hermano mayor ha sido toda una experiencia.
Choca mucho que en pleno siglo XXI una marca apueste por un diseño rudo, áspero, anticuado y sin un ápice de diseño, pero cuando algo funciona el mayor error sería cambiarlo. Cuanto más dura sea la pendiente o mayor la profundidad de un mar de lodo, mayor será la satisfacción por superarlo, y es que la resistencia es el lema de este coche. No busquéis detalles, adornos ni tapicerías lujosas en el Defender. Todo tiene una función que cumplir bajo cualquier condición, aunque en esta última versión el confort ha subido muchos enteros la verdad. El límite fuera del asfalto lo pondrá el conductor antes que la máquina con total seguridad, y lo mejor que se podría hacer nada más adquirir uno es apuntarse al curso de conducción off road más bestia que exista. Coche y piloto deben “entenderse” para aprovechar todo el potencial disponible. Y si no que se lo pregunten a la armada inglesa, este es su vehículo oficial de asalto.
